sábado, 13 de marzo de 2010

LA HOJA ROJA

Por tercera vez en la vida el viejo Eloy se erigía esta noche en protagonista de algo. La primera fue cuando su boda; la segunda cuando su intervención en la Sociedad Fotográfica allá por el año 1933. Tres años antes, su amigo Pepín Vázquez le dijo un día aquella cosa tremenda de que la jubilación era la antesala de la muerte. Pero, en 1933, Pepín Vázquez ya se había largado al otro mundo sin necesidad de guardar antesala.En puridad, los mejores ratos de su vida los pasó el viejo Eloy con sus amigos de la Sociedad Fotográfica. A Pacheco, el óptico, su Presidente, le decía: «Pacheco, si desearía ser rico es por la fotografía. Hoy día la fotografía es un lujo». Más el viejo Eloy nunca logró pasar de aficionado. Una vez allá por el 1932, cuando Leoncito, el chico, ganó las oposiciones, se mercó una «Contax» a plazos, con una luminosidad de lente 3,5, y entonces advirtió su sensibilidad, su buena disposición para la plástica. Obtuvo alguna fotografía de mérito y se dio de alta en la Sociedad. Le atraían los problemas técnicos y asistía con avidez a las conferencias y las proyecciones.Un día, Pacheco, el óptico, le dijo de improviso: «Don Eloy, el domingo actuará usted». Él se sintió abochornado. Dijo: «No tengo nada que valga la pena, hijo». Pero Pacheco sonreía: «Lo dicho», dijo. Insistió él, tenuemente: «Me explico mal y tengo poca voz». Sin embargo a Lucita le cayó en gracia la cosa. Lucita, su mujer, nunca debió casarse con él; debió hacerlo con un hombre un poco más decorativo. Él la hizo vivir en un plano de extremada modestia. En realidad, el viejo Eloy vivió 36 años junto a Lucita, pero jamás llegó a comprenderla del todo. Aquel domingo, al regreso de las proyecciones, Lucita le dijo: «Para ese papel, más hubiéramos adelantado quedándonos en casa». Él apuntó tímidamente: «Ya le advertí a Pacheco; yo no tengo ingenio ni tengo voz, pero él se obstinó». Dijo ella irritada: «No basta con decirlo».
"Se queres seguir lendo pasa pola biblioteca"

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